Pongámosle matemáticas a la fragmentación política

    Ayer fueron las elecciones generales en España y politólogos y analistas aún no aciertan a explicar los resultados definitivos.

    Aunque no faltarán españoles de “¿lo ves?, si ya te lo había dicho yo...” lo cierto es que todos  estamos sorprendidos por la resistencia socialista a una oleada conservadora que ni encuestas ni expertos supieron vaticinar. Y es que cuando las Ciencias Sociales no son capaces de dar respuesta a las decisiones políticas, lo aconsejable es acudir a las Matemáticas para dar una explicación lógica a un acontecimiento inesperado.

 

    Es por ello por lo que os voy a hablar de la teoría de Downs, resumida en la fórmula Pi x B + D – C y que puede aportarnos luz en el análisis de los resultados de ayer.

 

Pi es la probabilidad subjetiva que tiene el votante. Se refiere a lo que cree el votante que su voto puede ser decisivo.

 

B es lo que cada uno considera bueno para su país o el valor que le damos cada uno a que no gobierne el candidato que no queremos.

 

D es el deseo del votante a participar en el proceso, lo que también llamamos “band wagon”.

 

C es el coste de ir a votar.





    Para empezar, en los resultados del 23J destaca sobremanera el valor de C, que ha sido muy alto. En estos comicios se ha registrado la segunda participación electoral más baja de nuestra historia democrática (69,79%), sólo comparable a los datos de participación de la repetición electoral de noviembre de 2019.

 

    Las razones del porqué de tan baja participación se resumen en que entrados casi en la última semana de julio y con gran parte del electorado de vacaciones, las opciones de participar consistían en dejar aparcadas las comodidades del merecido descanso y presentarse en el colegio electoral el domingo antes de las 20:00h., o como hicimos casi 2,5 millones de españoles, solicitar con organizada antelación el voto por correo para ejercer nuestro derecho fundamental fuera de nuestro domicilio habitual. Definitivamente el coste de ir a votar ha sido muy alto para muchos españoles.

 

    También destaca el valor de D, pero menos de lo esperado. Aunque se han registrado guarismos históricos de participación por vía postal (2.471.935 sufragios -un 94,2% de las solicitudes-), el adelanto de elecciones por parte del presidente Sánchez se ha antojado como una estrategia brillante, pues ante la disyuntiva de muchos españoles entre votar o viajar, los datos demuestran que una baja participación ha actuado en favor del gobierno y con ello se ha revertido la tendencia alcista del principal partido de la oposición, demostrada hace pocas semanas en las elecciones autonómicas y municipales.

 

    En cuanto al valor de B, ha sido alto y muy parejo para el electorado de los dos grandes partidos. Para ambos era muy importante que el adversario no gobernara, y aún más que no lo hiciera pactando con sus respectivos aliados. Observando los resultados en términos de grandes y pequeños, los dos titanes han obtenido casi el 74% de los votos emitidos, lo que demuestra que ha primado apoyar al partido grande del bloque que cada español ha querido votar, más que apoyar al partido de ese bloque que representa una alternativa radical, véase en ello el descenso electoral de VOX y el resultado paupérrimo de la coalición de izquierdas que reunía SUMAR.

 

    Ahondando en ello, resulta muy destacable el respaldo que ha obtenido el PSOE en Cataluña, obteniendo unos resultados que han empequeñecido a los partidos independentistas, probablemente con el fin de impedir que el PP pudiera sobrepasar claramente al PSOE y pactar con VOX.

 

    En cuanto a Pi, se podría decir que las expectativas del cambio han condicionado la percepción de muchos. La autopercepción del votante de que su voto podía ser decisivo ha llevado a unos cuantos a confundir sus intereses con los de España, lo que demuestra una vez más que nuestro país es muy grande y diverso y que ningún líder de los propuestos por los partidos merece gobernar sin pasar las penurias de negociar su investidura.

 

    En síntesis, nos toca unos cuantos años más de inestabilidad política y de un Ejecutivo débil gobernando a golpe de Reales Decretos. El electorado español ha hablado sabiamente y ha reforzado a los dos grandes partidos de Estado pero sin dar preferencia a uno sobre el otro. Está en su mano saber negociar y darse apoyo parlamentario, que en eso las matemáticas son más sencillas.



Damián Macías

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