Sobre el Kósmos y el Kaos político español

Se nos está repitiendo como si fuéramos sordos o extranjeros que no entendiéramos castellano, que los resultados electorales del pasado mes de diciembre, son el símbolo del cambio, la señal de una segunda transición democrática, que los ciudadanos le hemos pedido a los políticos que dialoguen y que lleguen a acuerdos, pactos y consensos para la formación del próximo gobierno de España.

La naturaleza, que es sabia, nos enseña que el ruido ahuyenta a los animales pero aviva a las alimañas, y es por eso que en estos momentos de desencuentro, el reposo, el criterio y el análisis son la medicina contra ese aturdimiento que sólo genera cefalea.

Para mí, la sociedad ha reflejado en las urnas la desunión nacional y crisis de patriotismo que tiene nuestro país desde hace ya mucho tiempo, tarea pendiente que nadie desea abordar de verdad, que ni la llegada de la democracia, ni la aprobación de nuestra Constitución, ni la modernización de nuestra economía, ni la integración en la UE y ni siquiera nuestros éxitos deportivos, han conseguido resolver esa falta de identificación colectiva que distingue a los grandes países.

Aunque parece que estamos en una crisis política por la dificultad que tienen los partidos por aunar intereses para crear un gobierno estable para los cuatro próximos años, el cambalache es institucional, ya que no hay organismo de poder que esté exento de pecado. Si observamos con detenimiento a los personajes de la “última cena” del actual escenario político, véase partidos, agentes sociales, Casa Real, medios de comunicación y sociedad civil, la única digna de merecer el distintivo de ejemplar y democrática es la virginal Constitución, sobre la cual todo el mundo quiere meter mano sin demostrar previamente ni respeto ni lealtad a sus principios.

Los partidos tradicionales tienen hundido su prestigio por sus vicios con la corrupción, ya que aunque todos reconocemos los méritos del bipartidismo en la mejora y progreso de España, son demasiadas las innumerables decepciones por el incontable saqueo de diferentes gestores puestos a dedo en empresas públicas, cajas de ahorro, diputaciones, ayuntamientos, consejerías o ministerios de toda índole.

Los partidos nuevos, esos que se arrogan la bandera del cambio, tampoco se visten de blanco inmaculado. Podemos, investigado por financiación ilegal de países de baja calidad democrática como Irán y Venezuela, defensor de los secesionismos más exacerbados y protector de los regionalismos más separadores, y Ciudadanos, gran esperanza reformista, pero con un crecimiento hormonado en el que sus listas electorales rellenadas a granel no generan la confianza necesaria para liderar una nueva etapa política, son más parte del problema que de la solución.

La Monarquía con un Rey emérito más bien apartado que abdicado por la falta de ejemplaridad en los últimos años de su Casa, unos sindicatos implicados en el caso de corrupción más importante de toda Europa, el de los ERE en Andalucía, malversando fondos para la formación de los desempleados (¿se puede tener menos vergüenza?), una patronal que tiene a uno de sus exdirigentes, Díaz Ferrán, procesado por reconocer que se apropió de 4,5 millones de euros por viajes cobrados que nunca se realizaron, unas cajas intervenidas por falta de fondos y mala gestión de sus gerentes, una Justicia que aún duda si meter en la cárcel a la familia política más corrupta de Occidente, los Pujol Ferrusola, y unos medios de comunicación cada vez más sometidos a los vaivenes del populismo y con una cada vez más escasa crítica y escepticismo contra el poder, protagonizan una foto desalentadora que tiene escandalizada a buena parte de la sociedad civil.

¿Qué ocurrirá en las próximas semanas? Pues que dirán que hemos cambiado...




Damián Macías. Director de La Parte Contratante

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